BATALLA DE MONTERREY EN EL FORTÍN DE LA TENERÍA (1846):
Hallazgos Arqueológicos De Las Fuerzas En Combate
Por : Araceli Rivera
Resumen
En agosto de 1996 fueron recuperados en la calle de Washington, entre Héroes del 47 y Julián Villareal, en el centro de la ciudad de Monterrey, tres entierros humanos.
La excavación se llevó a cabo como un rescate a raíz de las obras de electrificación que se realizaban para el “Complejo Santa Lucía”.
Asociados a uno de ellos (“entierro 3”) se encontraron diversos objetos de metal y dos monedas de plata, entre otros objetos.
Los restos óseos humanos fueron revisados en primera instancia por un perito de la Dirección de Servicios Periciales de la Procuraduría General del Estado; posteriormente un Antropólogo Físico de la Dirección de Antropología Física del INAH, realizó un estudio antropométrico de los mismos.
Según indican fuentes históricas, hacia el oriente de la Ciudad de Monterrey, se instaló un fortín de defensa durante la intervención Norteamericana en 1846, al que se le dio el nombre de “La Tenería”. En este lugar se creó una fosa común en donde, al parecer enterraron tanto a soldados como a civiles caídos en la batalla.
LA BATALL A DE MONTERREY: LA PORCIÓN ORIENTE.
Entre el 19 y el 24 septiembre de 1846, la ciudad de Monterrey capital de Nuevo León, fue el escenario de sangrientas batallas, como parte de la estrategia norteamericana por controlar la porción oriental del país César Morado Macías (Aspectos militares: tres guerras ensambladas 1835- 1848). Monterrey N.L. Fondo Editorial Nuevo León. 2006. p. 114) señala que“Las fuerzas defensoras de Monterrey se integraron casi totalmente de ejército regular; fueron cinco mil seiscientos individuos de tropa, con veintinueve piezas de artillería de diversos calibres…Las tropas norteamericanas ascendían a seis mil quinientos hombres (tres mil ochocientos del ejército regular y dos mil setecientos voluntarios de Kentucky, Ohio, Tennessee, Luisiana y Mississippi) con diecinueve piezas de artillería…”
El capitán norteamericano Franklin Smith relató que fue una verdadera desgracia para los mexicanos haber rendido una plaza tan bien fortificada y defendida:“haber entregado ese lugar a esa fuerza fue verdaderamente deshonroso, sin precedentes y asombroso” (Eduardo Cázares Puente. Vierte la ciudad sagrada lágrimas por sus deudos. La guerra México- Angloamericana en Monterrey y sus repercusiones en la región (1846- 1848). Monterrey N.L. Actas. Revista de Historia de la Universidad Autónoma de Nuevo León. No. 4. 2003. p. 9).
ESQUEMA DEL FORTÍN.
Se describe como “un importante fuerte de unos 50 m. de largo; contaba con un parapeto parcialmente cubierto con sacos de tierra, troneras o aberturas para varios cañones y un foso al frente. Protegiendo su retaguardia se encontraba una casa que albergaba una destilería y que también había sido fortificada con una muralla y sacos de tierra sobre su techo para ocultar a la infantería” (Ahmed Valtier Mosqueda. Fatídico asalto a Monterrey. Monterrey N.L. Atisbo. Año 1. No. 4. 2006. p. 23 y 27).
El militar Manuel Balbontín (La invasión Americana. Tipografía de Gonzalo A. Esteva. México. 1883. p. 28-29), observador de los hechos, por su parte describe en sus Memorias algunos detalles importantes sobre la construcción del Fortín:“La capital de la obra, se inclinaba de N.E. a S.O. La cara y flanco de la derecha estaban protegidos por la casa de la Tenería y por el río San Juan. La cara y flanco de la izquierda miraban a la campaña, hacia el rumbo que traía el enemigo.
Por descuido, o por falta de tiempo, no se habían limpiado los aproches, y un campo de maíz cuyas cañas estaban crecidas, algunos árboles, magueyes y nopales, favorecían grandemente a los asaltantes.El trazo del fortín era de una luneta; pero en uno de los flancos se había construido una pequeña cara como para ocultar un poco la gola que quedaba descubierta”.Se infiere que el fortín estuvo localizado al noreste del cruce de las calles de Washington y Héroes de 47.
ACCIONES MILITARES.
Hacia el oriente de la ciudad, que es el área que nos ocupa en la presente investigación, se desarrollaron las siguientes prácticas Ubicación del Fortín de Las Tenerías. En el fortín de la Tenería, la defensa estuvo a cargo del Coronel del Segundo Ligero D. José María Carrasco, del Jefe de División D. Juan Espejo y 200 hombres.Los norteamericanos tenían especial empeño en tomar este fortín porque desde allí se dominaban varias entradas a la plaza.El día 20 de septiembre, el fortín es atacado por la 1ª. y 3ª. Brigada de Infantería, además del Batallón de Baltimore bajo el mando del teniente coronel John Garland, quien tenía órdenes del general Zachary Taylor de “tomar a bayoneta algunos de los fortines de ese sector” (Raúl Martínez Salazar. Sangre y fuego en las calles de Monterrey. La invasión de tropas estadounidenses. Septiembre 21- 24 de 1846. Monterrey N.L. Actas. Revista de Historia de la Universidad Autónoma de Nuevo León. No. 4. 2003. p. 22).
Más tarde, se incorporaron bajo el comando del general Buttler, el 4º. de Infantería y la brigada del general John A. Quitman, compuesta de los rifleros de Mississippi bajo el mando del coronel Davies, y los voluntarios de Tennessee, bajo el mando del coronel Campbell; y el regimiento de Ohio de la brigada del general de brigada Hamer (Ibid, p. 23).El avance de las tropas norteamericanas fue repelido varias veces, causando bajas y provocando el “rompimiento de filas en completo desorden buscando protección en cualquier sitio que los protegiera de las bombas y metrallas” (Ibid, p. 24).
De una forma más abatida el mismo militar mexicano Manuel Balbontín describe en sus Memorias cómo se vivió el ataque a Las Tenerías:“La artillería, constaba de una pieza de a ocho, una de a cuatro y un obusito de montaña, que no tenía dotación de artilleros.“La mañana del 21 (septiembre) amaneció lluviosa y triste. A la tropa se le dio un trago de mezcal, para confortarla un tanto, de las fatigas de la noche.Serían las siete, cuando el enemigo comenzó a organizar su ataque a la Tenería.
Para cubrirlo, sitúo una batería en el punto C, con la que batió unos veinte minutos a la Ciudadela.
El General D. Francisco Mejía, que se hallaba en esos momentos en La Tenería, le dijo al Coronel Carrasco, que se preparase, porque el ataque a la Ciudadela era fingido y el verdadero vendría sobre aquel punto” (Balbontín, La invasión Americana, p. 31).Después de tres ataques el fortín fue abandonado y:“El enemigo se hizo dueño de toda la artillería, de poco armamento, y tomó tres oficiales y unos treinta soldados y arrieros prisioneros. El combate había durado desde las siete de la mañana hasta las doce, sin interrupción”.…en aquel sitio donde minutos antes había tanta agitación, no quedaban entonces mas que los muertos, rodeados de un silencio pavoroso” (Ibid, p. 33).
Posterior a la Batalla, el 9 de octubre del 46 el Comandante General Zachary Taylor, al mando de las tropas norteamericanas que avanzaron sobre Monterrey, en un Reporte informaba que:“El Teniente Coronel Garland se aproximó a la ciudad en dirección al flanco derecho del fuerte No. 1 [LA TENERIA]* en el ángulo noreste de la ciudad, y el oficial ingeniero, cubierto por disparos, logró entrar en los suburbios y ganar refugio. El resto de éste regimiento avanzó y entró a la ciudad bajo fuego pesado de la artillería de la ciudadela y las posiciones defensivas del flanco izquierdo, y del disparo de mosquetes desde las casas y defensas del frente. Se intentó virar a la derecha con el objetivo de capturar la retaguardia del fuerte No. 1, y al hacerlo, las tropas estuvieron muy expuestas al fuego sin poderlo contestar, las tropas ya habían sufrido severas bajas, particularmente de oficiales, que lo mejor fue retirarse a una posición mas segura”.A pesar de los esfuerzos de los defensores mexicanos, su ya reducido número, la falta de municiones y de refuerzos provocó que los soldados abandonaran el fortín de La Tenería “quedando sólo 5: el teniente de ingenieros Joaquín Columbres, un oficial de infantería de apellido Castelán, un soldado del 3º. Ligero y los subtenientes de artillería Agustín Espinosa y Manuel Balbontín. Además de los que quedaban en la azotea de la casa de la Tenería: el capitán del 3º. Ligero Juan Servín, el teniente Ignacio Solache, el subteniente del Batallón de Querétaro Guillermo Moreda y algunos soldados” (Martínez, Sangre y fuego…p. 25).
Por último, cabe añadir que Manuel Balbontín aporta algunos datos interesantes respecto a ciertas decisiones que desde su punto de vista, provocaron la toma del Fortín; una de ellas fue la decisión del General Ampudia al nombrar al General graduado Simeón Ramírez inspector en las obras de defensa, quien no tenía suficiente experiencia en materia de fortificación; prueba de esto fue que mandó demoler el Fortín de la Tenería cuando“ya estaban los americanos en las goteras de la ciudad” (Balbontín. La invasión Americana. p. 26).
Y agrega:“Habiendo manifestado D. Luis Robles, distinguido oficial de Ingenieros, al General en Jefe, la necesidad que había de reconstruir el Fortín de la Tenería, que se estaba demoliendo, el General dispuso que la misma guarnición que lo cubría trabajase toda la noche en repararlo.En efecto, toda la noche se trabajó, a pesar de la lluvia. Al amanecer, los parapetos estaban casi concluidos, aunque se había tenido que complementarlos con sacos de tierra, que tenían el grave defecto de ser de un género ordinario de algodón; pero el foso, sin terminar, no tenía ni la anchura ni la profundidad necesarias, hallándose además, las escarpas con escalones que facilitaban su descenso y escalamiento.
Sobre las plataformas para la artillería, colocada a barbeta, no se habían establecido explanadas de madera, y semejante falta, debería producir dificultades en el servicio de los cañones, sobre la tierra recientemente amontonada y humedecida por la lluvia.La obra, pues, se hallaba sin concluir” (Ibid, p. 28).Tomado el Fortín de La Tenería, en donde quedó un pequeño destacamento, continuó el ataque del ejército norteamericano sobre el Fortín del Diablo, donde los hicieron retroceder en varias ocasiones; y también ese día, en el Puente de la Purísima fueron derrotados, por lo que se retiraron a su campamento en el bosque del Nogalar a cinco km. de Monterrey (Martínez. Sangre y fuego…p.: 26).Se menciona la muerte de 438 mexicanos y 488 norteamericanos durante la batalla.El día 24 de septiembre de 1846, el General Pedro de Ampudia, encargado de la defensa de Monterrey, capitula y el Ejército Mexicano se retira a Saltillo.La ciudad se mantuvo ocupada del 20 de septiembre de 1846 al 18 de junio de 1848
ENTIERRO DE VÍCTIMAS.
Al término de la batalla, la ciudad de Monterrey“quedó convertida en un gran cementerio. Los cadáveres insepultos, los animales muertos y corrompidos, la soledad en las calles, todo daba un aspecto pavoroso de aquella ciudad” (Noriega, El sitio de Monterrey… p. 182).
Uno de los testimonios del alcance de esta guerra narra que“Una bala de 5 kg y medio literalmente pasó por en medio de las filas cerradas del Regimiento de Tennessee, lanzando fragmentos de seres humanos al aire y empapando a los vivos con su sangre. Tan terrible de hecho era el fuego que los muertos y heridos yacían en pirámides” (Martínez, Sangre y fuego…p. 24).Algunos documentos refieren que la mayor parte de los cuerpos de los soldados norteamericanos fueron enterrados después del día 25 de septiembre en el lugar mismo de la batalla:“A los lados de las calles, montículos de tierra señalaban el sitio donde habían caído soldados durante el combate, y ahora era su improvisada sepultura” (Valtier. Fatídico asalto…p. 19).El teniente Hamilton, del ejército norteamericano, hace referencia al recorrido durante los primeros días de octubre de 1846 por “la otra parte de la ciudad de la escena de la terrible carnicería de sus hombres”:“la tumbas de los oficiales…sí acaso se les puede llamar así…se encuentran en el borde del camino, donde ellos cayeron…y sólo un pequeño montón lanzado sobre sus cuerpos es su única sepultura. Los cuerpos de estos hombres estaban tan putrefactos que no pudieron ser movidos, y fueron simplemente cubiertos con tierra” (Charles. Hamilton. The letters of General Charles Hamilton. Written from the seat of war in Mexico. The Metropolitan Magazine. 1998. p. 321).otra descripción de un recorrido por el campo de batalla tomado por asalto por los batallones de Ohio y Kentucky y Regimientos de Tennessee y Mississippi narra:“…me dolió ver en las orillas del campo, que muchas de las tumbas habían sido abiertas por los lobos. Los huesos de muchos de los pobres compañeros estaban ahora expuestos y blanqueando en la planicie. Fragmentos dispersos de ropa y equipo se pueden ver por todas partes” (William. A. McClintock. Journal of a trip through Texas and Northern Mexico in 1846-1847. Southwestern historical quarterly, Texas State Historical Association. Vol. 34, N° 3. 1931. p. 252).
Al parecer eran sólo cúmulos dispersos en el camino. No precisamente “tumbas”.
John R. Kenly (Memoirs of a Maryland Volunteer. War with Mexico, in the years 1846- 7- 8. Philadelphia. J.B. Lippincott & CO. 1873. p. 156) describe el entierro de un soldado muerto por las heridas recibidas el día 21 de septiembre el cual “fue envuelto en una manta”.
Un documento sobre la “Campaña en México” escrito en 1848, menciona que a partir del día 25 de septiembre fueron enterrados los soldados norteamericanos muertos, bajo la protección de banderas blancas:“excavando sepulturas superficiales en un suelo pedregoso, fueron enterrados uno a uno los cadáveres deshechos, en el lugar en que había caído cada uno., sin las ceremonias que de ordinario acompañan el entierro de un soldado…” (s/a,. Reminiscences. Campaign in Mexico. By a Member of “The Bloody First”. Nashville. John York & Co., Publishers. 1849. p. 161).En el diario de un médico norteamericano, el Dr. Thomas Neely Love, cirujano del 2° Regimiento de Voluntarios de Mississippi (una unidad que no estuvo en la Batalla de Monterrey en septiembre de 1846, ya que llegaron a la ciudad hasta finales de Abril de 1847) y que fue publicado con el título: “A Southern Lacrimosa. The Mexican War Journal of Dr. Thomas Neely Love, Surgeon, Second Regiment Mississippi Volunteer Infantry, U.S.A. (Mississippi. Edited and Annoted by H.Grady Howell Jr.Chickasaw Bayou Press. 1995), se comenta en su anotación del día 4 de Mayo lo siguiente:“Hoy visité Monterrey en compañía de algunos de los voluntarios del 1° regimiento con quienes fui a ver los fuertes y me mostraron todo lo que hay de interés sobre el campo de batalla en ese lado de la ciudad........pero cuando llegamos cerca del fuerte (La Tenería) me fue señalado el lugar en donde el 1er. Regimiento de Mississippi se extendió en línea. Ante el fuerte mis sentimientos fueron indescriptibles. Observé las tumbas de muchos valientes soldados: muchos de ellos estaban parcialmente expuestos. Encontré el pié de un hombre aun con la piel, ya seca. Se la enviaré al doctor Lipscomb. Con que sentimientos de melancolía estuve observando los fragmentos de huesos humanos y de ropa de los desafortunados soldados. El terreno estaba tupido con fragmentos de pantalones, camisas, zapatos, correas, cartucheras, etc....”
Cabe señalar por último, que solamente oficiales de alto rango fueron enterrados en el panteón del bosque del Nogalar en donde instaló su campamento el ejército norteamericano y al menos cuatro más fueron exhumados y trasladados posteriormente en ataúdes de metal a los Estados Unidos, entre ellos el Coronel William H. Watson, el Capitán Ridgely y los soldados Herman Thomas y George Pearson.
Al respecto John R. Kenly escribió en sus memorias muchos años después, que el 9 de Diciembre (1846) Mr. Samuel S. Mills de Baltimore, arribó a Monterrey para llevarse los restos del Coronel William H. Watson (quién murió el día 21 de Septiembre durante los combates en las calles de Monterrey dirigiendo su batallón) para ser enterrados en su ciudad nativa. Él llegó con un elegante ataúd que había sido proveído generosamente por los amigos de Watson en Baltimore. En su camino a Monterrey, Mr. Samuel Mills al pasar por New Orleans y al enterarse de la muerte del Capitán Ridgely (un oficial de artillería –también de Baltimore- que participó en la batalla pero que a finales de Octubre murió en un accidente al caer de su caballo en las calles de Monterrey), decidió también llevarse sus restos en un “ataúd de plomo”.Kenly escribió:"Al siguiente día recibí órdenes especiales para dirigir la exhumación. Encontré el cuerpo de Watson en un tolerable estado de preservación; el yacía en el centro de uno de tres cuerpos, los otros eran los Tenientes Hoskins y Wood del 4° de Infantería. Reconocí a Watson por sus dos dientes frontales, su barba y sus insignias en el hombro, que eran las de grado de Mayor y las botas nuevas sobre sus pies. No tuve ninguna duda de su identidad. Tomé un botón de la chaqueta de su uniforme, y sus restos encerrados en el ataúd traído por Mr. Mills fueron escoltados por el Batallón de Baltimore al sitio donde practicábamos nuestras marchas, en donde una guardia de honor fue destacada para recibirlo. Y ahí permaneció hasta la exhumación del cuerpo de Ridgely”.Kenly menciona además que Mr. Mills también se llevó los cuerpos de Herman Thomas y George Pearson. Herman Thomas era un soldado que se había enrolado con los famosos “Texas Rangers” y que murió el 22 de Septiembre durante el asalto al Obispado. Sobre George Pearson, Kenly dice en su libro: “era un soldado de nuestro batallón que murió de enfermedad después de nuestro arribo a Monterrey” (Ibid, p. 172). Ya que ambos eran del estado de Maryland, se da entender que Mr. Mills iba a aprovechar el viaje para llevárselos junto con los cuerpos del Coronel Watson y el Capitán Ridgely. Thomas y Pearson eran simples soldados, pero al parecer Thomas era hijo de un congresista.
EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA EN LA TENERÍA.
Considerando que la batalla de Monterrey tuvo lugar en el núcleo urbano, y que recientemente ante la introducción de obras de equipamiento y de infraestructura era inevitable que fueran descubiertos testimonios de estos eventos, en 1996 fueron recuperados tres entierros humanos en el área donde se ubicó el Fortín. En el mes de agosto de dicho año, durante las obras de construcción de una subestación eléctrica por parte de la Empresa Constructora ICA S.A. en las calles de de Washington, entre Héroes del 47 y Julián Villareal, en esta ciudad de Monterrey, fueron localizados aproximadamente a 2.0 m de profundidad, tres esqueletos humanos, al parecer distantes uno de otro como a 0.20 m. La empresa al dar parte a la Policía Judicial, retira dos de los entierros sin precaución, trasladándolos a las oficinas de la Procuraduría General del Estado.
Después de realizar trámites ante la constructora y la Procuraduría, personal del Centro INAH N.L., procedimos a llevar a cabo el rescate arqueológico de un tercer entierro humano, aún in situ
Desafortunadamente no fue posible encontrar el cráneo completo, ya que también había sido removido, recuperando únicamente un fragmento de mandíbula con algunos molares. El resto del esqueleto estaba completo.Debido a que precisamente el entierro se encontraba bajo una tubería de pvc y que impedía realizar la excavación desde la capa superficial, se comenzaron los trabajos de exploración con el trazo de una retícula vertical sobre la cara este de la cala abierta para introducir la subestación eléctrica; se clavaron estacas para formar cuadros de 0.50 m con el propósito de ubicar los hallazgos en un eje norte-sur (Y) y otro este-oeste (X), partiendo del nivel de piso actual (nivel cero). El entierro se localizó entre 1.50 y 2.0 m. de profundidad Los materiales que aparecieron asociados al entierro fueron varios fragmentos de placas de metal (se desconoce su función), un fragmento de tubo de metal (se desconoce su función), dos pequeños “nudos” de madera y 46 objetos de metal aparentemente “clavos”, de entre 1 y 8 cm de largo (algunos con residuos de madera)
Figura 5. Objetos de metal (Clavos) con residuos de madera.
Sobre el entierro se localizaron dos botones, uno de metal y otro de madera, una suela de calzado con cuatro fragmentos de clavos y dos monedas entrelazadas (sólo se observaba en una cara un águila con las alas extendidas). Una vez que se sometieron a tratamiento, fue posible reconocer que se trataba de monedas de plata de medio dólar, una con fecha de 1824 y otra de 1846.
No se detectaron evidencias de textiles u otro material perecedero, aunque se observaron cambios de coloración de la tierra en algunos puntos alrededor del enterramiento.
Asimismo, se recolectaron muestras de suelo y de carbón para posteriores análisis.
Entre el material de escombro que había sido removido anteriormente por los trabajadores fue posible recuperar fragmentos de cerámica, vidrio, metal, algunos huesos humanos y numerosos huesos de animales.
La excavación arqueológica proporcionó información suficiente para
definir el tipo de enterramiento; esto, se trataba de un entierro primario indirecto, ya que se encontraron huellas de una de las “cabeceras” de lo que al parecer fue un “ataúd” de madera, así como los “clavos” distribuidos aproximadamente a cada 0.10 m.
El individuo se encontró en posición de decúbito dorsal extendido, con los huesos correspondientes a radios y cúbitos dispuestos sobre el tórax; los huesos de la muñeca (carpianos), de la palma de la mano (metacarpianos) y de los dedos (falanges) izquierdas estaban colocados sobre la clavícula derecha, y los correspondientes al lado derecho sobre la clavícula izquierda; el tórax, la columna vertebral, el cóccix, el sacro, los fémures, las rótulas, las tibias y los peronés se hallaron en posición anatómica; los huesos del tarso, metatarsianos y falanges derechos e izquierdos se encontraron entrecruzados, indicando que los pies al igual que las manos, fueron acomodados postmortem. La orientación cráneo-pies del entierro fue oeste-este. Una vez que el entierro fue separado de la tierra que lo rodeaba (se excavaron niveles a cada 0.10 m) se banqueó, para proceder luego a liberarlo y depositarlo en cajas, una vez que se había protegido con papel aluminio.
Cabe señalar que por tratarse de un hallazgo de restos óseos humanos se vieron involucrados el Ministerio Público, Agentes del Tercer Grupo contra Homicidios de la Policía Judicial del Estado y el Departamento de Servicios Periciales de la Procuraduría General de Justicia del Estado. Finalmente, los tres entierros humanos fueron entregados para su custodia al Centro INAH Nuevo León.
En abril del 2008 nuevamente fueron recuperados vestigios del antiguo Fortín de las Tenerías, en un predio ubicado en Héroes del 47 entre Washington y Aramberri. Se trata de otro enterramiento humano relacionado con el episodio bélico; se recuperó en asociación a algunos objetos de metal (“clavos”) y restos de madera; observándose además restos de gruesos sillares. El hallazgo se registró durante los trabajos de liberación de pisos y columnas de concreto con maquinaria, que se realizan en el predio donde se proyecta un estacionamiento.El terreno está ubicado a 100 metros del lugar, donde en 1996 se encontraron tres entierros de militares de Estados Unidos caídos en combate; y a 25 metros de donde aparecieron vestigios del mismo periodo en el 2005. El predio fue uno de tres terrenos que el Fideicomiso de Proyectos Estratégicos Urbanos del Estado permutó a favor de la empresa inmobiliaria Delta Soluciones, en el 2007, transacción polémica que le costó 27 millones de pesos a las finanzas estatales. Este hallazgo da otra pauta para aclarar el destino de los casi 100 caídos del bando mexicano que hubo en el lugar y viene a complementar asimismo, la información respecto a que los soldados muertos en este sitio fueron depositados en ataúdes de madera, contradiciendo los relatos de que los caídos fueron arrojados a fosas comunes.Los vestigios aparecieron aproximadamente a un metro de profundidad aunque se encontraron en malas condiciones de preservación por la humedad del terreno.
MONEDAS.
Queda por anotar una suposición en torno al entierro número 3.Como parte de las costumbres funerarias de tantas sociedades en el mundo a lo largo del tiempo, las ofrendas fúnebres y su abundancia reflejan diferencias de tales prácticas pero también de rango social. Por ello, es posible suponer que debió haber sido ataviado con su mejor vestimenta y con sus insignias militares, considerando los vestigios de botones y la suela recuperados durante la excavación del entierro. Pero además, cabe considerar -por la baja denominación de las dos monedas asociadas al entierro-, que ambos objetos tal vez formaron parte de sus pertenencias personales; o mejor aún fueron colocadas para indicar la fecha de nacimiento y la fecha de muerte, reconociendo además con ello el heroísmo del joven militar.En relación al simbolismo que reflejan ambas monedas, resulta interesante la siguiente información:las monedas denominadas HALF DOLLAR SEATED LIBERTY Whitout motto (medio dólar con la estatua de la Libertad sentada sin lema) se acuñaron entre 1839-66, con algunas variantes. Representa la figura de la Libertad sentada con su mano derecha descansando en un escudo y su mano izquierda asiendo un asta rematada por los símbolos de la Libertad, preparación y libertad. Se forman trece estrellas alrededor de ella, y la fecha esta debajo (1846). El anverso muestra un águila naturalista con un escudo sobrepuesto en su pecho, en donde se inscribe ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA; abajo aparece la inscripción MEDIO DOL.Lleva además tres flechas que simbolizan fuerza, y una rama verde oliva que representa la paz.
En el caso de la moneda de 1824, además del águila se encuentra grabada la leyenda E pluribus unum que es una frase latina, uno de los primeros lemas nacionales de los Estados Unidos, y que significa ‘De muchos, uno’. El lema alude a la integración de trece colonias americanas para crear un solo país. Asimismo, por la cara del anverso se muestra la imagen de una mujer con una cinta en la cabeza con la leyenda Libertad y la fecha está debajo (1824).
Para cada una de las monedas se presentan los siguientes datos:
1824 MEDIO DÓLAR
monedas en circulación: 3,504,954
Diseñador: John Reich
diámetro: ±32-33 milímetros
volúmen de metal: plata - 89.2% / cobre - 10.8%
peso: 13.48 gramos
borde: Rotulado (“CINCUENTA CENTAVOS o MITAD de UN DÓLAR”)
Casa de moneda: Ninguna (todos los Medio Dólares de1824 se acuñaron en la Casa Filadelfia, Pennsylvania)
1846 HALF DOLL AR
monedas en circulación:2,210,000
Diseñador: anverso por Thomas Sully, ejecutado por Christian Gobrecht; reverso por Christian Gobrecht
diámetro: ±30 milímetros
volúmen de metal: plata - 90% / cobre - 10%
peso: ±13.4 gramos
575
borde: Reeded (en forma de junco, vara, tallo)
Casa de moneda: Ninguna (por Philadelphia, PA) bajo el águila en el reverso.
ANÁLISIS ANTROPOFÍSICO DE LOS ENTIERROS.-
Los entierros fueron analizados primeramente por el Dr. José Garza Garza, perito de la Dirección de Servicios Periciales de la Procuraduría General del Estado, quien hizo las siguientes observaciones:
“Algunos de los rasgos morfológicos siguientes pueden dar idea del origen racial (caucasoide) de los esqueletos; por la forma del cráneo se determinaron como mesocéfalos, es decir, individuos de cabeza de dimensión mediana; de acuerdo a la talla (entre 1.70 y 1.75 metros de estatura) se consideran altos; y en los dientes se observó un contraste con los naturales dientes de “pala” (es decir son “planos”), además de ciertas patologías” (Comunicación personal).
Posteriormente, el A.F. José Concepción Jiménez de la DAF del INAH, realizó el siguiente estudio osteométrico de los entierros 1 y 2.
Entierro 1
Individuo de sexo Masculino, adulto joven de entre 20 y 25 años de edad; su estado de conservación se reporta como bueno
El Inventario consta de un cráneo incompleto; la mandíbula tiene 6 molares, 2 premolares y 2 colmillos, con desgaste dental. El esqueleto post craneal se compone de vértebras cervicales, dorsales y lumbares (completas); faltan el sacro y el cóccix. La clavícula, húmero, radio, cúbito, iliaco, fémur, tibia y peroné aparecen incompletos. El omóplato está fragmentado; se registró un calcáneo incompleto (astrágalo).
Entierro 2
De sexo masculino, adulto joven de entre 20 y 25 años de edad; estado de conservación malo.
En el Inventario se reportan fragmentos de cráneo y mandíbula, sin desgaste dental.
El esqueleto post craneal se compone solo de vértebras lumbares (incompletas) y un fragmento de sacro. Hay fragmentos de clavícula, omóplato, costillas, húmero, fémur, tibia y peroné.
CONSIDERACIONES.
De acuerdo a la información histórica, el lugar donde se realizó el rescate arqueológico de entierros humanos durante 1996, se encuentra en el área donde se ubicó el Fortín de Las Tenerías.
Coincide asimismo el registro arqueológico, particularmente por el hallazgo de las dos monedas de plata de medio dólar y el restante equipo funerario con que se encontró asociado el entierro número 3, particularmente las evidencias de ataúdes de madera, que se oponen de alguna forma a las referencias en torno a que los entierros se realizaron en fosas comunes o que sólo se cubrieron ligeramente.
Asimismo, la excavación arqueológica en torno al individuo número 3, demostró que se trataba de un entierro primario, en posición anatómica dorsal extendida, asociado con elementos arqueológicos que aportan fechas (1824- 1846).
Finalmente, el estudio antropofísico, mediante la determinación de rasgos morfológicos, confirman que para el caso de los tres primeros entierros recuperados en 1996, se trata de esqueletos de tipo físico caucasoide.
A manera de hipótesis se sugiere que los hallazgos se relacionan con individuos muertos después de la batalla.Sólo queda plantear que en el estado actual de la investigación arqueológica histórica en Nuevo León, se torna indispensable retomar estos primeros acercamientos con los rescates arqueológicos en el área de Santa Lucía en el centro de la ciudad de Monterrey, para desarrollar ahora un Proyecto de Investigación interdisciplinario que tenga como objetivo, complementar con nuevos hallazgos arqueológicos los documentos que acervos de los archivos históricos nos puedan proporcionar.
Referencias
1.- Balbontín, Manuel. La invasión Americana. México. Tipografía de Gonzalo A. Esteva. 1883. p. 28-29.
2.- Cázares Puente, Eduardo. Vierte la ciudad sagrada lágrimas por sus deudos. La guerra México- Angloamericana en Monterrey y sus repercusiones en la región (1846- 1848). Monterrey N.L Actas. Revista de Historia de la Universidad Autónoma de Nuevo León. No. 4. 2003. pp. 4- 13.
3.- González Quiroga, Miguel Angel. Nuevo León ocupado: el gobierno de Nuevo León durante la guerra entre México y los Estado Unidos. México. En Josefina Zoraida Vázquez, coord., México al tiempo de su guerra con Estados Unidos (1846-1848). El Colegio de México. 1998. pp. 333- 359.
4.- González Quiroga, M. A., Morado, C. Nuevo León ocupado. Aspectos de la Guerra México- Estado Unidos. Monterrey. Colección La Historia en la Ciudad del Conocimiento. Gobierno del Estado de Nuevo León. 2006.
5.- Hamilton, Charles. The letters of General Charles Hamilton. Written from the seat of war in Mexico. The Metropolitan Magazine. 1998. p. 321.
6- Kenly, John R. Memoirs of a Maryland Volunteer. War with Mexico, in the years 1846- 7- 8.
Philadelphia. J.B. Lippincott & CO. 1873. pp. 128- 173.
7.- Martínez Salazar, Raúl. Sangre y fuego en las calles de Monterrey. La invasión de tropas estadounidenses. Septiembre 21- 24 de 1846. Monterrey N.L. Actas. Revista de Historia de la Universidad Autónoma de Nuevo León. No. 4. 2003. pp. 21- 32.
8.- McClintock, William. A. Journal of a trip through Texas and Northern Mexico in 1846-1847. Southwestern historical quarterly, Texas State Historical Association. Vol. 34, N° 3. 1931. pp. 251- 252.
9.- Morado Macías, César. Aspectos militares: tres guerras ensambladas (1835- 1848). En: Nuevo León ocupado. Aspectos de la Guerra México- Estados Unidos. Monterrey N.L Colección La Historia en la Ciudad del Conocimiento. Fondo Editorial Nuevo León. 2006.
10.- Neely Love, Thomas. “A Southern Lacrimosa. The Mexican War Journal of Dr. Thomas Neely Love, Surgeon, Second Regiment Mississippi Volunteer Infantry, U.S.A.” Mississippi. Edited and Annoted by H.Grady Howell Jr.Chickasaw Bayou Press. 1995.
11.- Noriega, José Sotero. El sitio de Monterrey. 1846. En Nuevo León ocupado. Aspectos de la Guerra México- Estado Unidos. Monterrey N.L Colección La Historia en la Ciudad del Conocimiento. Fondo Editorial Nuevo León. 2006.
12.- Rivera Estrada, Consuelo Araceli. Informe sobre las actividades realizadas en torno al hallazgo de restos óseos humanos (Entierro 3) localizados en la calle de Washington, entre Héroes del 47 y Julián Villareal, ciudad de Monterrey. Centro INAH N.L. Sin publicar. 1996.
13.- Valtier Mosqueda, Ahmed: Fatídico asalto a Monterrey. Monterrey N.L Atisbo. Año 1. No. 4. 2006. pp. 19- 27.
14.- s/a. Reminiscences. Campaign in Mexico. By a Member of “The Bloody First”. Nashville. John York & Co., Publishers. 1849. p. 161.
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