Por. Pablo Ramos
Esta bella iglesia localizada en el corazón de Monterrey estubo a punto de desaparecer hace 162 años cuando era parte del cuartel del General Ampudia, ahí guardaban la pólvora que estubo a punto de estallar, solo ocasiono algunos heridos cuando una bala de cañón reboto en el techo de la iglesia y cayó en el patio frontal. a continuación el investigador e historiador y coeditor de la revista de Historia ATISBO y articulista del periódico EL NORTE Ahmed Valtier , nos relata este incidente que hubiera volado la Ciudad de Monterrey y a sus 13,500 habitantes el 23 de Septiembre de 1846.
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Por Ahmed Valtier.
El Norte (02 10 2005).-
En 1846, la iglesia fue bombardeada por el ejército norteamericano, que lanzó proyectiles a sus muros sin saber que albergaban el principal polvorín de la Ciudad.
Eran alrededor de las siete de la noche cuando el Teniente Mansfield Lovell, un joven oficial de 23 años perteneciente al Cuarto Regimiento de Artillería de los Estados Unidos, dio la orden de disparar su cañón.Con un estruendo ensordecedor, el mortero hizo fuego y un proyectil se elevó en un largo y pronunciado arco sobre el cielo de Monterrey, a la manera de un cometa brillante.En un reporte posterior, el Teniente Lovell escribió: "El primer tiro cayó corto de la Catedral, la cual estaba ubicada como a una milla de distancia, así que lo intentamos de nuevo".En la noche del 23 de Septiembre de 1846, la Catedral de Monterrey fue fieramente bombardeada
por el ejército norteamericano, durante la invasión de ese país a México.Sin embargo, los militares norteamericanos nunca imaginaron lo cerca que estuvieron de destruir esa iglesia y provocar una tragedia de mayores proporciones.Iniciada la guerra cuatro meses atrás, Monterrey quedó atrapada en los planes estratégicos de ambas fuerzas contendientes.Desde Julio de 1846, el ejército mexicano comenzó a fortificar la ciudad al mismo tiempo que llamó a filas a todos sus ciudadanos de 18 a 55 años para la defensa.La Catedral jugaría un papel muy importante en los acontecimientos que habrían de desarrollarse. Sus gruesos muros y su sólido edificio servirían para deposito de pólvora y municiones.A principios de septiembre, el General Pedro de Ampudia, comandante del Ejército del Norte, decidió establecer su cuartel general en la sacristía, y desde ahí dirigir la lucha contra los norteamericanos.Durante cuatro días, del 21 al 24 de Septiembre, una cruenta batalla se desarrolló en Monterrey. Muchas casas sufrieron los efectos de los combates que se desarrollaron por las calles; y la Catedral, cuya alta construcción sobresalía por entre los techos y árboles, se convirtió en el principal blanco de la artillería yanqui.Un mortero norteamericano de 10 pulgadas, el cañón de mayor calibre en el arsenal del ejército invasor, fue colocado en el cementerio de la Ciudad, situado entonces detrás de la Capilla de la Purísima, y disparó durante más de ocho horas municiones explosivas contra la Catedral.Varios de los proyectiles golpearon los muros del edificio, sin saber los norteamericanos que ahí se encontraba el principal polvorín de la ciudad.Casi 20 mil libras de pólvora habían sido almacenadas en la nave principal de la iglesia. Sólo de haber una de las granadas atravesado el techo y explotado en su interior, las consecuencias hubieran podido alcanzar proporciones catastróficas.Después de que la batalla concluyó y el ejército invasor ocupó Monterrey, los norteamericanos quedaron verdaderamente sorprendidos al entrar a la Catedral y encontrarla llena de municiones."Las bancas habían sido todas removidas", relató un soldado ,"y cajas con cartuchos, barriles de pólvora, bombas, balas de cañón y metralla yacían amontonados o en pilas".La prensa de la ciudad de Nueva Orleans, que contaba con dos corresponsales de guerra en Monterrey, abiertamente publicó que si una de las bombas hubiera reventado en la Catedral, "tan llena como estaba de municiones", la explosión hubiera sido un gran desastre.El Coronel Jefferson Davis, que combatió a la cabeza de su regimiento, a sólo una cuadra del templo, escribiría muchos años después en sus memorias: "El fuego de nuestro mortero pudo haber producido una explosión directa sobre el polvorín, que no sólo habría destruido la iglesia, sino también un gran número de casas aledañas, a las tropas mexicanas en la plaza e incluso a muchas de nuestras propias fuerzas de avanzada".Gracias a la protección divina, el azar o simplemente a lo macizo de su construcción, la Catedral de Monterrey sobrevivió a los embates de la guerra y al duro bombardeo que se vio expuesta esa noche por la artillería norteamericana. Una acción que la puso en peligro de desaparecer hasta sus cimientos.Mudo testigo de la historia y la Batalla de Monterrey, hoy su estoico edificio aún se alza a orillas del Barrio Antiguo, como principal centro religioso de la Ciudad y la más antigua obra arquitectónica colonial de Monterrey.
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